4.4.09

Finale


Me voy. Otra vez. Infinitas voces susurran las ya conocidas palabras: todo tiene un ciclo.

Y aunque la ciclicidad de la vida a veces me aterra , hay que cerrar, porque como dicen las voces: cuando se cierra una puerta se abre otra.

Me voy...ni más, ni menos importante. Como cualquiera, en el camino. Con conquistas y derrotas, con las manos semivacías, pero con la hazaña de haber tocado el cielo por un rato.

Gracias enormes a los 318 visitantes. A los que con sus comentarios le dieron aire fresco a este blogcito, y a los demás por la presencia. A aquellos que sin conocer personalmente a la autora, incluyeron a este blog en su lista. También fue un placer leerlos.

A don Bernardo, fuente de inspiración con sus relatos, memoria viva de los años 30, 40 y 50


Y hasta la vuelta... porque siempre hay historias que contar.


Abi - Lefty

1.3.09

No puedo dormir. El silencio del cuarto interrumpido apenas por alguna moto que pasa, y el aire casi estático, no me dejan.
O lo que no me deja es mi cabeza.
Una vez me dijeron: “el punto es que hago fracasar las cosas”. Y hoy, la historia que cuento tiene mucho de eso.
La vida parece una larga serie de rounds contra uno mismo, donde la pelea nunca está ganada. Es difícil darse cuenta que uno aleja a la gente con sus propias actitudes aunque la intención sea la contraria, y puedo decir que es un lugar poco cómodo para permanecer.

Otra vez, por autoprotegerme, por creerme la genia con mis recetas paso a paso de la relación perfecta perdí por knock out. La cagué (de nuevo).

Los hechos:
Alguien me conoció, se enganchó (o más bien se deslumbró) conmigo mucho antes de que pudiera darme cuenta (o me avivaran...).
La historia y la persona lo valían, y empezamos a vernos. Y para no repetir antiguos errores (pero volviendo a otros más viejos aún), me puse en primer y único plano en la relación (o sea, nos veíamos donde y cuando yo quería/podía, entre otras cosas).
Fuimos por caminos distintos: yo seguí esperando conocerlo más para estar segura de los dos. Pequeño gran detalle: omití lo que sentía él.
Él se cansó de no escuchar respuesta las escasas veces que me dijo: “te quiero”. Se cansó de esperar justo cuando yo alcanzaba a darme cuenta que podía responder, que me importaba y mucho. Y otra vez llegué cuando el tren se había ido.
Ya en el último estertor dejé que viejos conflictos (externos) se mezclaran, y saqué mi ego de supergenia (esa armadura, que los demás detestan) a relucir.
Dejé el campo libre para que (quizás) apareciera otra persona, una que le brindase la seguridad y atención que se merece.

El veredicto:
"Al conocerte me di cuenta que no somos compatibles" (cuándo no…)

Todo, porque mi puta cabeza nunca me dio el permiso de responder a tiempo…“también te quiero”.




(and the train is far away)

20.11.08

Cortitas (o el Salpicón, si fuera letrista)


Facebook

No me copa demasiado la idea de tener mi propio Facebook. No por antisocial, reconozco que es muy útil para estar al tanto de la vida de gente que hace tiempo no vemos. Me gusta ir hacia adelante, compartir instantes con quienes elijo, y disfrutar la espontaneidad de un encuentro inesperado, o la magia de imaginar...¿qué será de la vida de...?
Tengo amigos maravillados con el fenómeno y su alcance, que no se explican cómo todavía no me creé uno.
¿Será solo un momento de ebullición, como hace tiempo lo tuvieron MSN, los blogs, o Fotolog antes de la era flogger (léase prehistoria)?

En el polo opuesto, mi madre se reencontró con un compañero de liceo, que hace 30 años no veía, y ahora se escriben correos larguísimos contándose de sus respectivas familias. Lástima que no puede rastrear a ningún amigo más porque se olvidó de la contraseña.


Otras de la Sra. en cuestión

Ayer mi vieja se cruzó por la calle con, según ella, "un chico con una cara conocidísima pero no sé de donde...sería un alumno?" A la media cuadra se dio cuenta que los rasgos "familiares" pertenecían a...¡Kevin Johansen! ¿Por qué no me lo crucé yo?

Una vez estábamos en el super, y alguien le hace adiós desde lejos. Alcanzo a reconocerlo por su (escasa) cabellera y su estilo particular de vestir. Lo conocés? le pregunto a ella. Sí, emmm, este muchacho, siempre nos saludamos. No me acuerdo el nombre, creo que es de la vuelta de la EMAD.
Es Tabaré Rivero, mamá.

Talles

Esta semana se aprobó en Diputados la Ley de Talles, por la cual, las casas de ropa deberán contar con todos los tamaños de las prendas que exhiben en sus vidrieras.
Espero que, además de las figuras redondeadas, estos nóveles paraísos multitalle también se apiaden de los cuerpos-grisin (altura =1.50 m, peso= 40 kg), como mi amiga V., para quien ir a comprarse un jean se transforma en una excursión de medio día al Mato Grosso. El tamaño sí importa, después de todo.


Ah, los abogados

Según uno de mis profesores, todos, o la gran mayoría de los males que aquejan a nuestra sociedad son culpa de los abogados. Por alguna razón, él cree que su voluntad o desidia provoca los absurdos más grandes de este país. (¿Como un Penal de Libertad, o un Cerro Chato???).
Por ejemplo, si usted desea explotar un recurso mineral, digamos oro, en Uruguay, deberá solicitar a la Dirección de Minería y Geología primero un "Permiso de Prospección", y luego el de Exploración. ¿Pero cómo?
Para quienes no están inmersos en el tema bastará traer a la memoria alguna escena de Harrison Ford convertido en Indiana Jones. ¿No es justamente la exploración la primera etapa de toda búsqueda? Me contaron que en el reino del revés...

T

Miradas que se encuentran y no se apartan. Cada vez más cerca, como al descuido. Conversación larga, profunda, inusual para el lugar. Rambla de noche y con viento. La arquitectura o el ambiente. Teléfonos de ida y vuelta y el beso en la puerta de mi casa. No despedirnos, pero el frío, la hora. Mediodía e ilusión . Pensar, apenas, y el castillo de naipes se cae.
Sin espacio en su día para mí, ni lugar en mi agenda para él. O miedo a intercambiar? El tiempo dirá. (La última vez que pensé esto, no fue precisamente el tiempo quien se encargó de matarnos).
Conocernos, ojalá, quién sabe.

9.10.08

Volver

Hace poco volví a ir a facultad a una especie de actualización,
Descubrí que:

El edificio sigue estando en el mismo lugar, lo que cambió es el transporte que llega a él

El 21 que dice Puente Carrasco NO PASA por Facultad de Ciencias

En caso de tomar el ómnibus correcto, nunca se demora menos de 50 minutos desde el centro

Mis compañeros de ahora trabajan como ayudantes de mis antiguos compañeros

Algunos de mis antiguos compañeros todavía no consiguieron trabajo (y yo me quejo de mi sueldo...)

Mi profesor se volvió bipolar

En mi clase está el hermano mayor de una ex compañera de escuela

En mi clase también está el hermano menor de una compañera de primero de facultad...menos mal que somos sólo 9

Lo que siento hacia mi carrera no es vocación, es autoexigencia

...lleva años darse cuenta.

24.9.08

¿Eco qué?



Yo: ¿Como está tu madre?

Interlocutor #1: Bien, lo que le dio mal fue el ecoduplex.


Minutos después, intentando explicar el efecto Doppler:

Yo: Es como cuando pasa una ambulancia, el sonido de la sirena tiene una única frecuencia, pero si se acerca a vos la escuchás como si fuera más alta y si se aleja como si fuera más baja...aunque en realidad nunca cambia.

Interlocutor #2: Entonces es como siempre.

Yo: No, porque tanto el observador como la fuente, o sea la sirena, pueden estar en movimiento, ¿entendés?

Interlocutor #2: Es lo que te digo, es como siempre. (risas)

Yo: No, porque el mismo efecto también se puede explicar con la luz. Es por la onda.

Interlocutor #2: Es por el oído humano.

Yo: Ta, basta.










Sheldon, de The Big Bang Theory, disfrazado del efecto Doppler.

11.9.08

Para mirar

La otra tarde conversando con L. salió el tema de los dibujitos que veíamos de chicas. La muy descarada, y encima con tono nostálgico, va y dice Sailor Moon. Le aposté que para esa época ya no éramos chicas y estábamos casi terminando el liceo. El resultado: ganó ella. Busqué en Wikipedia, y parece que los primeros episodios son de 1992. Así que empecé a pensar en las series animadas que veía ya un poco más grande, hace casi 10 años.

Por el ’98 a los de HBO se les ocurrió la genial idea de incluir series animadas a su primetime (entre las que estaban Bob and Margaret, y Stressed Eric) ,con el fin de capturar audiencia y competir con la explosión animada de MTV, que en aquel entonces tenía a Daria como uno de sus caballitos de batalla del horario central.


Bob and Margaret es la historia de un matrimonio londinense de mediana edad y sus dos perros. Él es dentista, ella podóloga, y no tienen hijos. Los acompañan Penny, la asistente dental de voz chillona y Beany & Boney, una particular dupla de ladrones.
La gracia de la serie, es que logra convertir cualquier situación cotidiana (y no tanto) de la vida de una pareja, en un acontecimiento hilarante.
Uno de los mejores episodios de la primera temporada es “The Dental Convention”, donde Bob es invitado a un congreso de dentistas, y en el momento de dar su speech se queda sin saber qué decir. En una escena de otro capítulo, Bob va a la reunión de su generación de egreso de la secundaria, y un molesto ex compañero le pregunta si finalmente logró recibirse de físico nuclear, y él, bastante avergonzado responde que sólo llegó a dentista. Parece que la odontología está bastante devaluada en Inglaterra.

Con mi dentista, nos contábamos los episodios en la consulta. En realidad me los contaba ella. Yo, lo máximo que podía hacer mientras sujetaba el tubo que succiona la saliva, era reírme con los ojos.




Stressed Eric es un recién separado de 40 años que debe hacerse cargo de sus dos hijos cuando la mujer lo deja por Caleb, un budista, y emprende el camino de redescubrirse a sí misma.
Eric se estresa por motivos que a casi nadie le darían úlcera gástrica, como desenvolver cajas de video, la cercanía de la navidad o las alergias de la hija. Para su consuelo, cuenta con la invalorable ayuda de María, la niñera portuguesa 24 horas borracha, un rutinario trabajo de oficina que le pone los pelos de punta y amorosos vecinos que son la familia perfecta y saludable, provocándole inevitablemente un aumento de la presión sanguínea.
La parte más original es que en cada capítulo, cuando Eric llega al pico máximo de estrés, empieza a saltarle la vena en la frente y los ojos le van quedando cada vez más saltones y colorados, casi a punto de explotar.



Daria Morgendorffer es casi una memoria explicativa de la adolescente intelectual con quien todos nos cruzamos alguna vez, de vida más interior que social, carácter irritable, y mirada ácida e hipercrítica hacia el mundo que la rodea. Para colmo, los padres están “en otra”, y Quinn , la hermana menor, presidenta del Fashion Club escolar, llegó tarde al reparto de cerebros.



Quinn: Daria, no puedes dejarme aquí rodeada de estos, estos... yuppies!
Daria: Los yuppies son de los '80s.
Quinn: Entonces cómo le dices a la gente de ropa graciosa que habla de paz y amor y todo eso?
Daria: Trekkies*

* grupo de fanáticos de Star Trek

27.8.08

Pingüinos de agosto

I

Las ciudades me enamoran. Recién llegada, me dejo seducir por el nuevo lugar. No importa si es una gran metrópoli o un pueblito de 100 habitantes perdido en el medio de la sierra, cada cual tiene su encanto.
Esta vez, el objeto de mi afecto está cerca y lejos: tan sólo 140 kilómetros al este de mi casa, y muy distante de la especie de Miami sudamericana en la que suele convertirse en épocas más cálidas.
Desde el doble ventanal en proa del apartamento donde me quedo, hay vista directa al mar y a la isla. Agosto concede una tímida primavera anticipada.
Diez minutos después de haberme instalado, me invitan a ver a los pingüinos rescatados hace poco de un derrame de petróleo cercano a la costa. En la playa, padres, niños y abuelos se agolpan con sus cámaras y celulares detrás del cordón de seguridad, esperando a que la gente de la ONG que salvó las vidas de estos animalitos los libere nuevamente a su medio natural. 80 pequeños pingüinos desfilan por la pasarela de arena con sus pasitos cortos y tambaleantes, casi como en la alfombra roja de Cannes. Apenas toman contacto con el agua, comienzan a nadar rápidamente, hasta aparecer como decenas de puntitos negros que se pierden en el horizonte.
A la tarde, el tiempo comienza a volverse inestable. La niebla posa sobre los edificios y enseguida llovizna. Al día siguiente amanece lloviendo. Aprovecho para leer un poco, y mirar He-man en el canal Retro.
Para el último día del fin de semana largo, la tormenta parece haber hecho un pacto con el sol y los turistas.
Las ballenas se dejan ver, en grupos de 4 o 5, muy cerca de la costa. Salen a la superficie, y vuelven a sumergirse en un ciclo interminable. Nadan en dirección oeste. Desde la ventana del apartamento, aún se las puede contemplar cerca de la isla.
Aprovecho las últimas horas de estadía para tomar un poco de sol, y ver a una amiga. Le digo que me quedaría a vivir en este lugar. No me cree.

II

El retorno es complicado. Después de tanta paz, me cuesta pensar en mis obligaciones (caos) del día siguiente. Me toca el asiento del pasillo. A mi lado se sienta un nenito. Lleva una mochila grande y una caja como con regalos. Cabeceo un rato hasta que al fin me duermo. Una frenada brusca hace que mi cabeza golpee el asiento de adelante y entonces me despierto.
Un mar de autos invade la carretera. El nenito me mira y sonríe. Pregunta: Son muchos los autos? Sí, le contesto, mientras le cambio momentáneamente de lugar para que pueda verlos. Voy atenta a los mojones del camino que indican por dónde vamos. A los 10 minutos avanzamos tan sólo 1 km. Hago el cálculo mental. A este ritmo, en unas 12 horas llegamos. El nenito repite en voz alta: este sí, este no (juego que consiste en contar todos los autos que dejamos atrás y ahora nos alcanzaron). Querés jugar? Me dice. En eso, el ómnibus vuelve a detenerse repentinamente y la gente se levanta de sus asientos. Juego suspendido. Le pregunto si viaja solo y cuantos años tiene. Me contesta que sí y que tiene 12. Hubiera jurado que no tenía más de 8 o 9. Yo, eterna primera de la fila de la escuela primaria, me siento inmediatamente identificada. Me cuenta que está en primero de liceo y me pregunta en qué año estoy yo. Me río y le contesto que ya terminé el liceo. Me pregunta si es difícil, y le digo que no. Ahora vamos por el cincuenta y dos, dice de pronto. Entendió el juego. Mi amigo (aún no me decido a llamarlo Valentín o Nicolás) bien peinadito y de mirada inteligente, se baja en la terminal. Nos despedimos. Si tengo un hijo, quiero que sea como él.

13.8.08



CSI Montevideo

(Esto increíblemente sucedió)


La última vez que lo vi fue en Punta del Diablo en el verano.
Me sorprendió su llamado en la tarde. Balbuceó una historia confusa de un enjuague bucal, una bolsa de nylon y un extraño líquido rojizo derramado en ella.
Mi pregunta de rigor fue si había ingerido el líquido desconocido. Su respuesta fue vaga, seguida de una catarata de interrogantes acerca de la posible procedencia de la misteriosa sustancia. De nuevo, pregunté si se sentía bien y si había consultado al médico. Cuando estaba a punto de darle el teléfono del CIAT, insistió en que necesitaba "de forma urgente" que lo ayudara a determinar el origen de esa mancha rojiza adherida al fondo de la bolsa del enjuague bucal. Le dije que esperara a la mañana siguiente, que yo pasaba por su casa a buscar la muestra de camino al laboratorio. Contestó que no tenía tanto tiempo para esperar y que ya me estaba mandando la muestra a mi casa en un taxi. Me pareció una locura, y a la vez, el mejor remedio para matar el espantoso tedio de mi tarde con gripe.
El envío llegó en menos de cinco minutos, junto a él en persona y no en taxi como habíamos acordado. Con sus manos envueltas en guantes quirúrgicos, sosteniendo con gesto de repugnancia la bolsita problema (la cual estaba envuelta en otras dos bolsas más por cuestiones de seguridad), me saludó.
Mi vista se detuvo un momento, no en la muestra, sino en quien la traía consigo. Estaba muy distinto a la persona de siempre, y más aún a la imagen que guardo en mi mente, aquella de cuando teníamos 15 años. Se había convertido casi en un ermitaño, de pelo enmarañado surcado por grandes entradas en la frente, y barba larga, con una flacura extrema evidenciada aún más por su atuendo (short, remera y chinelas hawaianas), un tanto estival para este agosto polar. En ese momento deseé que ninguna de mis vecinas chusmas se apareciera. Enseguida, con total tranquilidad y sin guantes, abrí las 3 bolsitas, a tiempo que intentaba atender las aceleradas interrogantes de mi amigo y apaciguar sus temores de haberse tragado accidentalmente la sangre de un desconocido. El temible líquido era en verdad una especie de gel color naranjita, con aspecto a shampoo volcado o jabón de glicerina que se había pegoteado al fondo de la bolsa. Ahí mismo (a la entrada de mi edificio) abrí la canilla del contador de OSE, y dejé caer unas gotas de agua sobre la bolsa. Después froté e hice espuma. Ves, le señalé para tranquilizarlo, la sangre no es de este color y además no hace espuma.
Me miró asombrado como si yo fuese Max Planck explicándole la teoría cuántica. Me dio las gracias, tomó la bolsita, la arrojó en el contenedor frente a mi casa, y así, sin quitarse los guantes, se subió a su auto.
Apenas se fue, y aún algo shockeada por lo bizarro de la situación, llamé a un amigo en común y le conté lo sucedido.
-No sabías nada? Contestó mi amigo. Hace meses que no sale de la casa. Está re paranoico y piensa que se va a morir infectado por algún germen. Hace poco nos avisó a mi hermano y a mí que sólo iba a dejar que fuera a visitarlo quien tuviera el carné de salud vigente.




Una pestaña se perdió.
Recorrió durante días las húmedas veredas de la ciudad gris,
hasta que al fin encontró la claridad de mi ventana.
La tomé y escudriñé bajo mi lupa, y así volví a saber de su dueño.
La sostuve en mi pulgar unos momentos, pedí un deseo
y la dejé escapar al viento, igual que a él.